Cuando en 1959 el joven Maestro Hideo Tsuchiya llegó a Buenos Aires acompañando a su esposa Isako Oshima, que había sido enviada por la importante empresa para la que trabajaba, a desempeñarse en la Argentina, seguramente no imaginó que 60 años después su Estilo de karate seguiría vivo y en constante evolución.
Durante la década que permaneció en estas tierras, Tsuchiya Sensei se afianzó como uno de los Maestros más relevantes del Karate contemporáneo. En junio de 1959 inició la enseñanza en el Instituto Argentino de Yudo, al que se sumó invitado por su fundador, el reconocido Maestro Yoriyuki Yamamoto, quien le facilitó un espacio en dicha institución para que comenzara la difusión de su arte marcial, hasta entonces virtualmente desconocido en el país.
Así el prestigio de Tsuchiya Sensei se fue acrecentando y el Maestro extendió su enseñanza al Instituto Kumazawa, al Ateneo de la Juventud (ambos en la Ciudad de Buenos Aires) y finalmente también llegó a la ciudad de Rosario.
En esos años, conoció a Don Zenichi Chinen (que en su juventud fue discípulo del Maestro Itosu), con quien forjó una sólida amistad y amplió sus conocimientos sobre el karate tradicional y su relación con la cultura de Okinawa.
Luego de una década, retornó a Japón, pero su vínculo con Argentina había quedado irremediablemente sellado. Siempre recuerda sus años por estas latitudes y considera a nuestro país como su segunda Patria; volvió en varias ocasiones, y permanentemente recibe a sus alumnos que lo visitan en la ciudad de Odawara, en las afueras de Tokio.
Ha moldeado su karate mediante su investigación y profundos estudios, y a través del contacto con distintos maestros de la talla de Toyama, Iwata, Sakagami y Akamine entre otros, adquiriendo conocimientos que integró a su práctica y desarrollo personal para fraguar su estilo, que hoy tiene sello propio.
Sesenta años después, Tsuchiya Sensei, es una leyenda viva del karate contemporáneo. Un Maestro que se ha dedicado por entero a estudiar meticulosamente la multiplicidad de técnicas que integran su arte, y que no se da por satisfecho nunca. Nada parece detenerlo, porque está firmemente convencido de que todo puede mejorarse siempre. Cuando habla con sus alumnos acerca de una determinada técnica siempre aclara: “esto es así, hoy”; con lo que entendemos y sabemos hoy; pero enseguida los anima a poner todo en duda, a pensar por qué tal o cual cosa, es de tal o cual manera, y a preguntarse si no existe un modo de mejorarla.
La vida y el karate de Tsuchiya Sensei, son permanente desarrollo; “lo viejo” no se desecha ni se desprecia; por el contrario, es la base sobre lo que se construye “lo nuevo”; o dicho de otro modo: “lo nuevo” es la transformación de “lo viejo”.
Ese modo cartesiano de vivir su karate, es justamente el fruto de una vida de evolución, donde no parece difícil imaginar un sinfín de diferencias entre los primeros tiempos del camino recorrido por el Maestro, y el estadio en el que se encuentra seis décadas después.
En el Oshima Dojo tenemos la fortuna de compartir la práctica con dos de sus primeros alumnos en la Argentina: Peter Brucchaussen y Ricardo Guzmán. Uno oceanógrafo, otro matemático, ambos apasionados por el karate, con el que se hallan ligados por casi la misma cantidad de tiempo que pasó desde la llegada de Tsuchiya Sensei a estas pampas.
Por eso, son una referencia invaluable para conocer de primera mano cómo fueron los inicios de la enseñanza del Maestro Tsuchiya, y qué diferencia hay entre esa manera de practicar y el método que se emplea en el presente..
Ambos nos cuentan que en aquellos primeros tiempos la práctica era muy distinta a una clase de hoy en día.
En ese tiempo, todo tenía un carácter muy ortodoxo, propio del karate tradicional, pero la práctica era mucho más intensa, y sobre todo larga. Se comenzaba con una gimnasia de entrada en calor y preparación física, y después se ejecutaban técnicas básicas. Luego se pasaba a realizar ippon kumité, sanbon kumité, y finalmente se llegaba al kumité libre. En el último segmento de la sesión se practicaba katá. Siempre fue importante la práctica complementaria de makiwara, que se hacía en todas las jornadas.
En todo momento, Tsuchiya Sensei, mantenía un máximo nivel de exigencia, y la clase se extendía por dos o tres horas. Siempre destacó la importancia de hacer las técnicas con velocidad y de manera contundente, pero cuidando al compañero de práctica y a uno mismo.
También concuerdan en que, por aquel entonces el hecho que la clase durase 2 o 3 horas, era lo más normal. Era el único espacio y momento en que se aprendía. Sólo estaba disponible lo que enseñaba el Maestro y no había ningún otro lugar donde ver, consultar ni descubrir nada (no existían ni internet, ni google, ni nada por el estilo) y el mundo andaba a una velocidad más lenta. Entonces se podía dedicar ese tiempo a la práctica; aunque hoy, a los más jóvenes, esto les pueda parecer imposible, por la diferencia con el ritmo de vida actual.
Ricardo Guzmán dejó de practicar habiendo alcanzado la graduación de primer kyu, y estuvo inactivo por más de 20 años. Cuando regresó se encontró con un nuevo karate, distinto al que había aprendido años atrás, pero con la misma base. Siempre nos cuenta que para él fue todo un desafío confiar en sus viejos compañeros de práctica, ya devenidos en Sensei o instructores, para poder incorporar todas las nuevas formas, conservando y resignificando el valor de todo lo adquirido como base de su técnica. Hoy, ya 3° Dan, remarca que según su experiencia, allí se encuentra la particularidad del estilo de Tsuchiya Sensei: sus técnicas no cambian, evolucionan. Las viejas formas no se dejan de lado, ni se desechan, ni se reemplazan por las nuevas; todo lo contrario, todas están integradas en la síntesis que se significa en el karate que practicamos hoy. El modo en que hoy hacemos una técnica es el resultado de toda la experiencia acumulada por el Maestro a lo largo de años de estudio y práctica.
En 1969 el Maestro Hideo Tsuchiya regresó a Japón. Su vínculo con Argentina quedó definitivamente forjado desde entonces y hasta ahora, a lo largo de 6 décadas de contacto e interacción permanente. En la ciudad de Buenos Aires, quedó a cargo de la enseñanza su discípulo más silenciosamente leal: Hiroshi Oshima Sensei, quien inició en 1970 un Dojo en el Círculo Militar de la República Argentina, que hoy lleva su nombre, y mantiene cotidianamente vivos los valores tradiciones de la práctica y transmisión del karate de Tsuchiya Sensei.
Desde entonces y hasta nuestros días, a lo largo de cinco fructíferas décadas de práctica constante, el Oshima Dojo ha sabido ganar prestigio como uno de los lugares más representativos de la transmisión tradicional del karate, en nuestro país.
En esta tarea, Oshima Sensei contó durante más de 30 años con la estrecha colaboración de uno de sus más destacados practicantes, Taborda Sensei, quien desde 1985 se hizo cargo de la enseñanza en el Círculo Militar, y a partir del fallecimiento de Oshima Sensei, en enero de 2018, asumió la conducción del grupo y la dirección del Estilo en la ciudad de Buenos Aires.
En este 2019 que llega a su fin, se cumplen 60 años de la llegada a nuestro país, de uno de los Maestros que más ha contribuido al desarrollo y evolución del karate contemporáneo. En el 2020 que se acerca, el “Oshima Dojo”, lugar que desde siempre se ha dedicado a la práctica y enseñanza del karate de Tsuchiya Sensei, cumple sus primeros 50 años de vida, y se prepara a recibirlos reafirmando el compromiso de lealtad con los valores esenciales que constituyen el legado de su Maestro.
Oshima Dojo – © 2019