A medida que pasan los años, ya más de cuatro, desde la partida física de Oshima Sensei; se agiganta el legado del Maestro y la huella que dejó en sus discípulos y alumnos queda sellada en el recuerdo de cada uno de ellos y en la identidad común del dojo, como una marca indeleble de una manera de llevar adelante la vida cotidiana, dentro y fuera del karate.
En esta oportunidad, publicamos el recuerdo de uno de sus alumnos más antiguos, que compartió años de práctica para luego hacer su camino, especializándose en el estudio y desarrollo del karate deportivo.
El Dr. Gerardo Tozzi, destacado practicante del Círculo Militar, y fundador de la Escuela Paradigmas Ryu, recuerda con elocuencia el momento de la despedida física al Maestro, y lo narra con su particular estilo en este artículo que llamó:
«4 manijas y mucha sal»
«ARISTOTELES decía en Ética para Nicómano, que “la amistad en virtud es la de los amigos que se profesan admiración, y estos son buenas personas que tienen por objeto de su amistad el bien del otro y esta amistad es muy escasa y solo se tiene después de haber comido mucha sal juntos”.
Este recuerdo no es sobre la muerte, este recuerdo es sobre la vida, aquella que se basó como dijo el Filósofo Aristóteles: “En la amistad entre los que han comido juntos mucha, muchísima sal, y aquí la sal tiene sabor a karate”
Hace unos años estábamos los cuatro frente al crematorio del cementerio de la Chacharita, el coche fúnebre estacionó en la calle frente al mausoleo, el Sensei estaba en su cajón a la espera, el chofer, abrió el portón trasero del auto e hizo una pausa, nos quedamos quietos y en silencio.
El hijo del Sensei, Guillermo, (exalumno mío del colegio León XIII), estaba junto a nosotros, a unos metros la esposa del Sensei, más allá, Diana la esposa de Juan Carlos, alumna del Sensei y tercer dan de mi escuela y algunas personas más a unos metros del auto. Juan Carlos, el nuevo Sensei, estaba junto a Nicolás, su hijo, que el tiempo transformará en un nuevo Sensei.
Todos estábamos en un transitar mezclado de orgullo y melancolía. El Sensei estaba muerto, pero no moría, el Sensei se desvanecía, el Sensei estaba más presente que nunca, el Sensei éramos en parte nosotros.
Hiroshi Oshima se había ido de este Mundo y nos había compartido su alimento, el karate con sabor a sal, y era muy salado. Estábamos impregnados de su sabor, “el sabor de la sal” del karate de HIROSHI OSHIMA. Y entonces era muy difícil saber si estábamos despidiendo la vida del Sensei o simplemente en el final de una clase más de karate.
Yo permanecía también en silencio, me daba cuenta que una etapa nueva comenzaba, el legado de una vida, que daba vida, el karate daba luz al karate.
El Sensei dejaba a sus alumnos y los alumnos dejaban para siempre de ser alumnos para ser el Sensei.
Hasta aquí era, como dice mi hermano Juan Carlos, mi intelecto leyendo el mundo y dándole explicación, no muchas veces correcta, pero es una característica mía muy difícil de evitar.
Entonces su hijo Guillermo, con un gesto que nunca olvidaremos, nos indicó que tomáramos las manijas del ataúd. Las traseras fueron para los de la cochería y las delanteras, de los costados para… los amigos… los que han comido mucha sal, muchísima sal con el muerto.
Tomamos las manijas y llevamos al Sensei hasta el Crematorio, lo vimos partir, se desvaneció… Éramos sus hijos y nietos del karate, el hermano mayor, el hermano del medio y el nieto junto a su hijo. Así se fue el Sensei, se fue como el amigo que describe Aristóteles, admirado y deseándonos el bien a tal punto que nos enseñó karate “con gusto a sal”.
Y ahora nosotros seguiremos buscándonos, para comer sal e invitando a otros a compartir la mesa. Eran solo cuatro manijas, continúan siendo cuatro: la manija de la vida, la manija de la amistad, la manija de “la sal”, la manija del karate… y sabemos que cualquiera puede ser invitado a la última fiesta de la vida, a aquella que compartís con los amigos, y que se festeja solo cuando las cuatro manijas son parte de los cuatro amigos… Gerardo Tozzi».
Una semblanza más de la dimensión enorme de una figura trascedente como la de Oshima Sensei, que en silencio y con más ejemplo que palabras, nos ha transmitido desde su ejemplo, el entusiasmo sereno -pero intenso- de poner toda nuestra energía en lo que sea que emprendamos, para llevarlo al punto en que podamos dar en ese momento, y en ese objetivo, lo mejor de nosotros.
Ese era, sin dudas, el espíritu de nuestro Maestro, y esa es la principal valencia de su legado.-
Oshima Dojo -©2022